lunes, 23 de junio de 2008

La vida de Manuel Belgrano

Si bien los textos escolares lo recuerdan como el Creador de la Bandera nacional y uno de los más importantes jefes del Ejército revolucionario, a Manuel Belgrano le cabe también una fundamental tarea en el establecimiento de las primeras instituciones educativas, culturales del país y un gran economista.

Su vida

Nacido en el seno de una acomodada familia porteña, la del comerciante italiano Domingo Belgrano y Pérez (o Peri) y la criolla María Josefa González Casero, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano se educó en el Real Colegio de San Carlos con la mejor formación que podía encontrarse en la colonia en el último cuarto del siglo XVIII.
Partió luego a España, a estudiar leyes en Salamanca, Valladolid y Madrid, para recibirse de abogado, finalmente, en la cancillería de Valladolid.
Por esa época, se perfila ya como un intelectual más preocupado en los asuntos económicos que en el estudio de las leyes.
En 1793 fue designado Secretario perpetuo del Consulado de Buenos Aires, un organismo con funciones económicas y técnicas, relativas al comercio y la producción.
En 1806 se producen las primeras invasiones inglesas. El acontecimiento despertó todo el celo patriótico del joven abogado, quién encontró en la tarea de promover la independencia su más alto cometido.Sin haber vestido nunca un uniforme, ni haber recibido instrucción, se hizo militar.
De inmediato, se lo convoca para dirigir una campaña militar al Paraguay, a fin de propagar la revolución.
Luego de un año en el ejercito es reemplazado del mando del Ejército del Norte, que debió entregar a San Martín en 1814, luego de los desastres de Vilcapugio y Ayohuma.
Ya había sucedido también el episodio de creación de la Bandera nacional, jurada por primera vez a orillas del río Paraná, en Rosario, en febrero de 1812, pero la Asamblea del Año XIII no la aprueba hasta el año 1816 como simbolo patrio.
A comienzos de 1815, Belgrano abandona completamente sus funciones militares y es enviado a Europa, junto a Rivadavia y Sarratea, en funciones diplomáticas.
Regresa al país en julio de 1816 y viaja a Tucumán para participar de los sucesos independentistas, donde tiene un alto protagonismo. Tres días antes de la declaración de la Independencia (9 de julio de 1816), declama ante los congresistas e insta a declarar cuanto antes la independencia.
Aquejado por una grave enfermedad (hidropesía) que lo minó durante más de cuatro años, y todavía en su plenitud, el prócer murió en Buenos Aires el 20 de junio de 1820, empobrecido y lejos de su familia.

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